«Así encontró Carolina Sanín a Fernando González en Otraparte, en una prueba del destino, como quien prueba un dulce, el destierro, el desarraigo, el desapego; probar estar en otra parte, lejos del origen, privados del afecto; probarlo sólo, como quien toca el fuego, y verse allí en esa casa nunca antes visitada por ella, en ese paraje yermo, en esa habitación vacía de necedades y convencionalismos; pasando por esos parajes desolados se siente como quien da el último beso; entre poemas y manifiestos esperó que los demás se cansaran de encontrarla, y dentro del origen de su ira y su rebeldía necesitó recibir ese cansancio de estar siempre a la defensiva, con crítica y fervor como un don, un amanecer, una limpia mañana, y luego de andar por los prados verdes no tener que ir a ninguna parte donde no estuviera».
—Camila Builes, El Espectador