Si Diego no hubiera tenido una personalidad adictiva, tampoco habría sido el jugador que fue. Su primera adicción fue la pelota. Ningún rasgo de carácter es malo en sí mismo. Y a menudo el peor vicio de alguien procede del mismo lugar que su mejor virtud.
Por otra parte: ¿les gustaron los goles de Diego, pero no su rabia, su autodestrucción, sus desmanes y sus excesos? Pues están de suerte, pues eso no va a volver a pasar nunca más. Los deportistas son cada vez más robotizados, como también lo serán los artistas: el mundo que viene gracias a la alianza entre la cibernética y la corrección.