Los niños
Laguna Libros. Bogotá, 2014.
Los niños
Laguna Libros. Bogotá, 2014.
Reseñas
«Una mujer de cuarenta años dedica los cuidados a un perro. El perro marca las rutinas de la vida cotidiana en la mujer. Ella trabaja en lo innecesario (es empleada doméstica, aunque recibe rentas por el dinero de una mina de sal que obtuvo de una herencia familiar), y reparte las horas que le quedan entre el cuidado al perro y una rutina que la narración deja en la sombra. Un día llega a su espacio un niño de la calle. La idea de haberlo atraído a su vida por la filtración del pensamiento la lleva a desarrollar una atención especial de preferencia y singularización por ese niño».
—Daniel Ferreira, El Espectador (Blogs Cultura)
«Laura decide recibir a un niño en su casa. El niño se llama Fidel. Poco después de que Laura le celebre a Fidel por primera vez un cumpleaños, el niño empieza a padecer lo que una bruja calificaría más adelante como “furores” o “trances”. Estos ataques confirman lo que sospecha Laura (y el lector que “visita” esta inquietante narración) desde el principio del libro: que las cosas y las personas, el niño y Laura, no son quienes se supone y no están donde creen estar; que existen en varios mundos posibles o, en realidad, en ninguno».
—David Roa, Revista Diners
«La autora colombiana nos presenta una novela tierna y de lectura ágil, sin estereotipos ni costumbrismos del lugar, pero con un reflejo alternativo de la indiferencia y desamparo de la población infantil del país. Su lenguaje es cuidado, a veces bellísimo, otras no encaja en la narración que no es del todo uniforme. Hay momentos prescindibles y otros a los que parece que les falta algo, no obstante, no perjudica el desarrollo de la trama que cuanto menos es especial, pero no redonda, aunque realmente no le hace falta. Quizá ese sea su sello de identidad. Carolina Sanín se dispersa sin llegar a perderse».
—Mercedes Suero Fernández, nuevatribuna.es
«Me sentí desestabilizada desde las primeras páginas. O no “desestabilizada”. Asustada. En mi lectura tampoco encontré la mentada hospitalidad. Lo que sentí, más bien, fue desasosiego, entre los pedazos de días en Bogotá. Ir a la Olímpica por aceite, cebollas, perejil, huevos, pimentón. Ir y volver del trabajo en bus. Seguir por entre la lluvia, ver basura que se esparce por la tempestad. Trabajar con horario y tratar de no aburrirse. Consumir, comprar rebajas. Cada rutina de Laura tiene algo de macabro. Algo que no nos dicen y que será evidente tal vez en su rostro, en los rostros de quienes la miran (pero a esos no los vemos)».
—Tatiana Acevedo, El Espectador
«“Le tengo al niño”. La frase oída o inventada por Laura Romero, una mujer de la clase media bogotana que trabaja como empleada doméstica “sin necesitarlo” –recibe una renta por una mina de sal que heredó de su familia–, parece materializarse con la aparición en la puerta de su casa de un niño al que ella nombra como Fidel. La fantasía de proteger a otro –experimentada en el fuerte vínculo que tiene con su perro Brus– se desvanece cuando decide entregarlo a un centro estatal de cuidado infantil, donde será ofrecido en adopción. Como si ella no pudiera soportar el abandono, como si fuera más la víctima que la victimaria, intenta recuperar a Fidel. Pero el niño ya no es el mismo y parece cada vez más hostil hacia el afecto que ella pueda prodigarle».
—Silvina Friera, Página 12
«Al igual que muchas otras escritoras de su generación (como Schweblin en Distancia de rescate, por citar un caso), Sanín escribe sobre la maternidad sin haber tenido hijos. Hace literatura con esa experiencia que nos atraviesa en tanto mujeres y que muchas veces nos obliga a dar explicaciones sobre nuestros deseos. En esta charla, la autora profundiza en las alternativas de sus personajes, un niño que no habla de su pasado y una mujer que no se decide del todo en cumplir el rol de madre para él, pero que no puede dejar de acompañarlo».
—Malena Rey, Página 12