Escribir como mortal

Creo que hoy la responsabilidad primera del ser humano es la de comportarse siempre de maneras como una máquina no se comportaría. La búsqueda ética del bien y de la felicidad debe reemplazarse por este nuevo imperativo de buscar cada día lo exclusivamente humano, la astucia en la imprevisibilidad. Allí, encontrar lo mortal, el saber de la carne, irremplazable por la inteligencia artificial. Por eso, cobra un nuevo y alto sentido el combate contra el lugar común y la fórmula. Mi responsabilidad: escribir como ninguna máquina podría hacerlo. Cobra por fin un sentido la enigmática consigna de «escribir con el cuerpo»: escribir con ojos humanos y con la muerte presente y en servicio de la muerte, que es el patrimonio único de la humanidad.

Y eso implica oír por fin el llamado del abismo, que siempre hemos estado esquivando. Las sirenas, los lotófagos, el vientre del Cíclope, todas esas opciones: a lo mejor llegó la hora de entregarse a los lugares sin camino y de dejar de querer volver a casa.