En estas vacaciones fui a conocer el canal de Panamá, mientras se quemaba un continente entero. Hemos visto las imágenes de los bosques australianos arder, y a los animales huir del fuego para entrar en la humareda, y aquel cielo naranja, que es acabarse el cielo, y hemos descontado a millones y millones de individuos calcinados.
Ciertos conceptos de la tragedia han dejado de pesar, de tener significado, como deja de tener significado lo que se repite y se repite a través de los siglos. Revisar y volver a esas ideas permite, quizás, una nueva lectura.
Las hijas de la escritora colombiana Marvel Moreno accedieron finalmente, según dice la prensa, a que un lector contratado por una editorial específica lea El tiempo de las amazonas, la novela inédita de su madre, y dé su opinión sobre ella, para saber si es conveniente o no que se publique.
En la versión de la Biblia (Génesis, 39) y el Corán (Sura 12), la mujer de Putifar, el capitán de la guardia del Faraón, trata de seducir al hebreo José, sirviente de su esposo. José reprime su deseo gracias a que recuerda al Dios de su padre y, enfurecida y avergonzada ante la negativa, la mujer lo acusa de haber intentado violarla y manipula la evidencia para sustentar su relato.
Todo comenzó hace un par de décadas con cabello. A los esnobs bogotanos les pareció de repente que esa era la única palabra correcta para designar lo que les crecía en la cabeza, y oí decir que “pelo es el de los animales; cabello, el de las personas”. El término, que aspiraba a ser elegante, se convirtió en un estigma de clase.