Lo que sigue no fue lo más interesante de la sesión de hoy de mi curso sobre Cien años de soledad, y sin embargo es lo que quiero contar porque es llamativo y, además, porque lo descubrí mientras daba la clase. Amaranta, el personaje que ama pero rechaza su propio amor y se resiste al amor de los hombres que la aman, tiene en su nombre el amor en infinitivo: es decir, el verbo sustantivado, inactivo, sin conjugar: «Amar». Y, por otra parte, siendo el personaje que siempre ama incestuosamente (ama a su sobrino después de amar al amigo más cercano de su hermano Aureliano —a quien por cierto le reprocha estar enamorado de su amigo y no de ella— y después de amar al enamorado de su hermana Rebeca), lleva en el nombre el inicio del amor incestuoso, que es la lactancia: Amaranta es «amamanta» (el verbo «amamantar», conjugado en la tercera persona del presente, que la señala). Qué genialidad y qué obvio también, y qué raro que no me hubiera dado cuenta antes.